Presentación de la Virgen
En la presentación en el Templo, a la acción de gracias, le sigue un acto de consagración, de ofrecimiento de la vida a Dios. Por eso hoy contemplamos la dedicación total de María a la voluntad de Dios.
En la presentación en el Templo, a la acción de gracias, le sigue un acto de consagración, de ofrecimiento de la vida a Dios. Por eso hoy contemplamos la dedicación total de María a la voluntad de Dios.
La Devoción a la Virgen del Rosario fue instituida en 1571 en Europa. Por aquel entonces, los musulmanes controlaban el mar mediterráneo y se alistaban para invadir la Europa Cristiana. Los reyes católicos estaban desunidos; por lo que eran blanco fácil de los enemigos.
Nuestra Madre de la Merced nos quiere llevar a su Hijo, nos espera para abrazarnos y mostrarnos el camino a la libertad. Como en las bodas de Caná, nos dice todo el tiempo «haz todo lo que Él diga». Ese es el camino a la libertad, la libertad de los hijos de Dios.
María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos.
El augusto nombre de María, dado a la Madre de Dios, no fue cosa terrenal, ni inventado para ella por la mente humana o elegido por decisión humana, como sucede con todos los demás nombres que se imponen.
El Evangelio no nos da datos de la natividad de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.
María, al dar a luz a su Hijo, el Salvador de la humanidad, abre de par en par las puertas de la victoria celestial. Por ello, donde por la fe reina María, aún en medio de la humildad y el dolor, también llegará la victoria del Reino de Dios a quienes le permitan gobernar en sus vidas, regocijándose en el amor maternal de la Reina enaltecida por su Hijo, el Salvador del mundo.
La presencia de María en el Cielo, gloriosa en cuerpo y alma, como se nos ha prometido a todos los que hagamos la voluntad de Dios, nos llena de esperanza en felicidad eterna.