Santa Clara, nacida en Italia en 1194, fiel seguidora de San Francisco, fundadora de las Damas Pobres, que luego se llamaron Clarisas, lo dejó todo para seguir a Cristo.
En un tiempo en que la comodidad es tan fácil de alcanzar gracias a la tecnología, resulta impensable para muchos que alguien quiera incomodarse a propósito, desprenderse de algo que le facilita la vida y buscar una riqueza que no se alcanza con dinero ni posición.
En sí, todos los santos “adolecen” de esta característica, y sus testimonios deberían mostrarnos un camino que, aunque difícil, nos lleva a un tesoro mayor al que podamos siquiera imaginar.
Santa Clara de Asís, nació en medio de una familia rica, lo que quiere decir que estaba acostumbrada a las comodidades y a ser servida. Pero encontró la perla en el campo, y lo dejó todo para ir por ese tesoro. Hoy compartimos algunas de las enseñanzas que nos deja su vida.
Una clara humildad
A ejemplo de San Francisco, dedicaba muchas atenciones a los pobres, sobre todo a las hermanas que mendigaban fuera del monasterio. Se cuenta que les lavaba los pies, e incluso se los besaba.
Parece de locos, ¿cierto? En esta época no podemos imaginar ver a alguien haciendo eso, pero con este acto, Clara no sólo hacía un acto de humildad, sino que reconocía al mismo Cristo en cada persona.
No es fácil ver a Jesús en otras personas, sobre todo si son opuestas a nosotros en forma de vida, ideas, o incluso si nos hacen daño; pero este esfuerzo nos lleva a ensanchar el corazón y crecer. No necesitas estar de acuerdo con la otra persona para intentar ver a Cristo ahí. Haz la prueba y verás cuánta ganancia obtienes.
Fe en el Santísimo Sacramento
El amor de Clara al Santísimo Sacramento era innegable. Durante su vida dio muchas pruebas de la importancia de la presencia de Jesús Sacramentado para ella. Llegó a tal punto su fe en la presencia real de Jesús en la Santa Eucaristía que, cuando los sarracenos atacaron Asís y se disponían a asaltar su convento, Clara salió portando la Custodia con la Hostia consagrada; al instante un gran terror se apoderó de los atacantes, y huyeron despavoridos.
Hay tantas anécdotas en la vida de muchos santos sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, tantos hechos y milagros que no deberíamos dudar de que Él está ahí. Cuando vamos a misa, al momento de la consagración, el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre del mismo Cristo.
La misma confianza que tuvo Clara, al sostener el Cuerpo de su Amado frente al enemigo, deberíamos tener cuando vamos a comulgar, teniendo consciencia de que recibimos al mismo Dios en nosotros, a aquél que tiene poder para sanar nuestras heridas y limpiar nuestros corazones.
Una vida santa
Santa Clara padeció de una grave enfermedad por muchos años, esto la tuvo postrada por mucho tiempo. A pesar de los dolores y el sufrimiento, soportó todo con paciencia, uniendo su sufrimiento al de Jesús en su pasión. Además, cosía, bordaba y oraba sin cesar.
El Papa la visitó un par de veces, y en una ocasión dijo: “Ojalá yo tuviera tan poquita necesidad de ser perdonado como la que tiene esta santa monjita”.
No es fácil ser santo, es un camino lleno de obstáculos. Pero, cuando queremos alcanzar algo que es muy valioso para nosotros ¿acaso no hacemos sacrificios, luchamos y nos “empoderamos” para conseguirlo? ¿Por qué no hacer lo mismo para alcanzar la vida eterna?
Son muchos los hechos de la vida de Santa Clara que dieron clara evidencia de su santidad, desde la multiplicación de los panes en una ocasión en que solo quedaba uno para todas las hermanas, la sanación de la enfermedad de sus hermanas con solo hacerles la señal de la cruz, hasta el embarazo de una mujer a la que le habían quitado los ovarios después de que Clara le pusiera el cordón de su hábito alrededor del vientre y ella y las Clarisas intercedieran por el milagro.
La vida de Clara nos enseña a ser humildes, a creer sin desmayar en la presencia real de Jesús en la Eucaristía, que Él es capaz de vencer a nuestros más terribles enemigos, y que el sufrimiento ofrecido a Jesús es fuente de santidad.
Fuentes: