Jesús, el Buen Pastor: Un Amor que no abandona

Jesús el Buen Pastor

Cuando Jesús dijo: “Yo soy el Buen Pastor” (Jn 10,11), quiso usar una imagen muy cercana al pueblo en su tiempo. Ellos entendían muy bien lo que significaba ser pastor: alguien que cuida, alimenta, guía y protege a su rebaño, incluso en medio del peligro. Jesús toma esta figura tan cotidiana y la aplica a sí mismo para ayudarnos a entender cómo se relaciona con nosotros.

Pero hay algo que Jesús añade: “El buen pastor da la vida por sus ovejas”. No habla sólo de protección o compañía, sino de entrega total. En la cruz, Jesús cumple esa promesa. Él no huye cuando aparecen los lobos del pecado, del mal o del miedo. Se queda. Se enfrenta. Da la vida.

Conoce a sus ovejas… y nos llama por nuestro nombre

Uno de los aspectos más bonitos de esta imagen es que Jesús “conoce a sus ovejas y ellas lo conocen a Él” (cf. Jn 10,14). No somos un número más para Dios. No somos desconocidos en medio de la multitud. Jesús nos conoce por dentro y por fuera: nuestras luchas, nuestros miedos, nuestros sueños más secretos. Y aún con todo, nos ama tal como somos, y nos llama a caminar con Él.

Imaginemos una mamá o un papá que distingue fácilmente el llanto de su hijo entre muchos niños en el parque. Así también Jesús reconoce nuestra voz, y nosotros estamos llamados a reconocer la suya. Pero, ¿cómo distinguirla en medio de todo el ruido que nos rodea? A través de la oración, de la lectura de la Palabra de Dios, de los sacramentos y del acompañamiento en la comunidad cristiana.

El Pastor que guía en medio de la confusión

Hoy vivimos en un mundo lleno de ruidos y voces que nos prometen felicidad instantánea, éxito sin esfuerzo o libertad sin responsabilidad. Es fácil sentirse perdido o confundido. Pero Jesús, el Buen Pastor, no deja de hablarnos y guiarnos. Su voz es una voz de paz, de verdad, de ternura y de compromiso.

Cuando un joven se plantea su futuro, cuando una familia atraviesa una crisis, o cuando alguien sufre una pérdida, ahí está también el Buen Pastor, que guía con su bastón y su cayado (cf. Sal 23,4). Él no nos obliga, pero sí nos acompaña con fidelidad.

Nos busca cuando nos perdemos

Una de las parábolas más conmovedoras es la de la oveja perdida (cf. Lc 15,3-7). Jesús cuenta que el pastor deja las noventa y nueve en el redil para salir a buscar a una sola que se ha perdido. ¿Tiene sentido desde el punto de vista humano? Tal vez no. Pero desde el amor de Dios, cada persona vale tanto que merece ser buscada hasta encontrarla.

Y lo más hermoso: cuando nos encuentra, no nos reprocha ni nos castiga. Nos carga sobre sus hombros con alegría. Así actúa Jesús. Aun cuando caemos, cuando nos alejamos, Él no se cansa de esperarnos, de buscarnos, de amarnos.

Ser pastores unos de otros

Jesús también nos enseña que todos estamos llamados, en alguna medida, a ser pastores. Un papá o una mamá que guía a sus hijos, un catequista que acompaña a los niños en su fe, un joven que consuela a un amigo… todos podemos ser reflejo de ese Buen Pastor. No se trata de hacerlo perfecto, sino de hacerlo con amor.

Este estilo de pastoreo también lo vemos en los sacerdotes, religiosos y religiosas que dedican su vida entera al servicio del Evangelio. Por eso, orar por ellos y apoyar nuevas vocaciones no es un lujo, sino una necesidad para que el rostro del Buen Pastor siga presente en medio del mundo.

La Oración por las Vocaciones: Sembrando esperanza

La oración por las vocaciones es esencial para que surjan nuevos pastores según el corazón de Cristo. Es una responsabilidad de toda la comunidad cristiana. Al orar, pedimos al Señor que llame a más personas a servir en su Iglesia y que fortalezca a quienes ya han respondido a su llamado.

El Papa Francisco nos animaba a ser «peregrinos de esperanza», apoyando con nuestra oración y testimonio a quienes están discerniendo su vocación. Nuestra oración puede ser el aliento que alguien necesita para decir «sí» al Señor.(Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2025)

Apoyando las vocaciones en la vida cotidiana

En la vida diaria, podemos fomentar las vocaciones de diversas maneras:

  • Escuchando y acompañando: Estar atentos a los jóvenes que muestran inquietudes vocacionales y brindarles nuestro apoyo y consejo.
  • Fomentando espacios de encuentro con Dios: Promover momentos de oración, retiros y actividades que ayuden a los jóvenes a escuchar la voz del Buen Pastor.
  • Celebrando las vocaciones: Reconocer y valorar las diferentes vocaciones en la comunidad, mostrando que cada una es un camino válido de santidad y servicio.
  • Apoyando a quienes responden al llamado: Si un hijo, hija o conocido decide seguir una vocación religiosa o sacerdotal, brindarle nuestro respaldo y alegría, sabiendo que está respondiendo al amor de Dios.

Caminemos juntos con el Buen Pastor

Jesús, el Buen Pastor, nos llama a cada uno por nuestro nombre y nos invita a seguirlo en un camino de amor y servicio. Al orar por las vocaciones y apoyar a quienes están discerniendo su llamado, nos unimos a su misión de guiar y cuidar a su rebaño.

Que nuestra comunidad sea un lugar donde las vocaciones florezcan, donde cada persona se sienta amada, llamada y enviada a ser luz en el mundo. Sigamos al Buen Pastor con confianza, sabiendo que Él nos conduce a la vida plena.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio