San Francisco de Asís, fundador de la Orden Franciscana, fue conocido por su inmenso amor a toda la creación y su profundo respeto hacia Dios. Sin embargo, uno de los aspectos más destacados de su espiritualidad fue su devoción a la Virgen María. A lo largo de su vida, San Francisco mostró una especial veneración por María, a quien consideraba la madre de todos los cristianos y la más perfecta seguidora de Cristo.
El lugar de María en la vida de San Francisco
Para San Francisco, la Virgen María ocupaba un lugar central en su vida espiritual. Él la veía no solo como la madre de Jesús, sino también como un modelo perfecto de humildad, obediencia y entrega total a la voluntad de Dios. María era para él la «Sede de la Sabiduría», el trono en el que Cristo, la Sabiduría Divina, se había sentado para venir al mundo.
Francisco encontraba en la figura de María una inspiración constante para su propia vida y la de sus monjes. En ella veía el ejemplo más puro de servicio al Señor, alguien que aceptó el plan divino sin reservas, incluso cuando ese plan implicaba sufrimiento y sacrificio. En muchos de sus escritos y sermones, San Francisco resaltaba la importancia de imitar la actitud de María frente a las dificultades de la vida y su total confianza en Dios.
María, la madre de la orden franciscana
En varias ocasiones, San Francisco se refirió a la Virgen María como la «madre de su orden». Para él, los franciscanos debían adoptar las virtudes de María como un modelo para su vida religiosa. Esta relación simbólica entre la Virgen y la orden franciscana se reflejaba en la profunda devoción que Francisco y sus primeros seguidores tenían hacia ella.
Uno de los actos más significativos de San Francisco fue la dedicación de la Porciúncula, una pequeña iglesia que restauró en las afueras de Asís, a la Virgen María. La Porciúncula, consagrada bajo el título de «Santa María de los Ángeles», se convirtió en un centro de devoción mariana dentro de la orden franciscana. San Francisco veía este lugar como el hogar espiritual de su fraternidad, un espacio sagrado donde sus hermanos podían vivir y celebrar su fe bajo la protección de la Virgen.
La pobreza y la humildad de María
Un aspecto clave en la espiritualidad franciscana es la pobreza, y San Francisco encontraba en la vida de María el ejemplo supremo de esta virtud. María, a pesar de ser la madre de Dios, vivió una vida de simplicidad y humildad. Francisco admiraba profundamente la forma en que ella aceptó su condición, sin buscar riquezas ni privilegios, sino viviendo en total dependencia de Dios.
Para San Francisco, la pobreza de María no era solo una cuestión material, sino una actitud espiritual. María fue pobre porque se vació completamente de sí misma para dejar que Dios obrara en su vida. Esta pobreza espiritual, esta total entrega a la voluntad de Dios, es lo que San Francisco y sus seguidores buscaban imitar en sus propias vidas.
María como intercesora y protectora
San Francisco también veía a la Virgen como una poderosa intercesora ante Dios. Él confiaba en que, así como María había intercedido en las bodas de Caná, también intercedería por ellos y por toda la humanidad. Su devoción mariana no era solo una expresión de amor y admiración, sino también de confianza en ella como intercesora.
En sus oraciones, San Francisco pedía constantemente la ayuda y protección de la Virgen. En una de sus plegarias más conocidas, se dirige a María como la «Virgen hecha Iglesia», pidiéndole que proteja a los creyentes y nos guíe hacia Cristo. Esta confianza en María como protectora de la Iglesia es otro de los legados espirituales que San Francisco dejó a la orden y al cristianismo en general.
El legado mariano en la espiritualidad franciscana
La devoción de San Francisco a la Virgen María tuvo un profundo impacto en la espiritualidad franciscana. Desde sus inicios, la orden ha mantenido una relación especial con María, viéndola no solo como un modelo a seguir, sino también como su protectora y guía en el camino hacia Dios.
A lo largo de los siglos, la espiritualidad mariana de San Francisco ha inspirado a generaciones de franciscanos a vivir una vida de humildad, pobreza y servicio, siguiendo el ejemplo de la Virgen. Hoy en día, la orden continúa celebrando a María de una manera especial, reconociendo su papel crucial en la vida de Cristo y en la historia de la salvación.
La devoción de Francisco de Asís a la Virgen María es un testimonio de su profundo amor por Dios y su deseo de seguir el ejemplo de la madre de Cristo. A través de su vida y enseñanzas, San Francisco nos invita a acercarnos a María con el mismo amor, confianza y reverencia que él mostró, sabiendo que, en ella, encontramos un modelo perfecto de fe y entrega a Dios.
Fuente: Kajetan Esser, o.f.m., Devoción de San Francisco a María Santísima, https://www.franciscanos.org/virgen/kesser.html