
En el corazón de la Ciudad de los Reyes, resguardada en un santuario de fe y devoción dentro de nuestra majestuosa Catedral de Lima, se encuentra una presencia maternal que ha acompañado a los peruanos desde los albores de nuestra historia cristiana: Nuestra Señora de la Evangelización.
Un regalo imperial para una tierra bendecida
Corría el año 1540 cuando, por designios de la Providencia, llegó a nuestras costas una imagen que cambiaría para siempre el destino espiritual del Perú. Como testimonio del fervor católico de la época y signo de la importancia que la Corona Española otorgaba a la evangelización de las nuevas tierras, el emperador Carlos V envió esta preciosa talla de madera que representa a María Santísima con el Niño Jesús en sus brazos.
¡Qué hermoso pensar que mientras Lima apenas comenzaba a erigirse como ciudad, ya contaba con la mirada tierna de la Madre del Salvador! Esta imagen, con sus rasgos góticos españoles y su serena expresión, no era simplemente una obra de arte sacro, sino el símbolo vivo de una Madre que venía para quedarse junto a sus hijos peruanos.
La silenciosa testigo de nuestra historia
Desde su llegada, Nuestra Señora de la Evangelización ha sido testigo silenciosa de la formación de nuestra identidad como nación católica. Ante Ella se postraron los primeros misioneros que anunciaron la Buena Nueva en estas tierras; a sus pies han presentado sus súplicas y agradecimientos incontables generaciones de peruanos.
La Virgen, desde su altar, ha contemplado terremotos que sacudieron los cimientos de nuestra ciudad, ha visto lágrimas de dolor y sonrisas de esperanza, ha escuchado plegarias susurradas y cantos jubilosos. Como toda madre, ha permanecido fiel, constante, inmutable en su amor.
Un símbolo de nuestra fe que sigue vivo
El 14 de mayo, cuando celebramos la festividad de Nuestra Señora de la Evangelización, conmemoramos la plantación de la semilla de la fe en nuestro suelo peruano. Esta semilla, regada con la devoción de siglos, ha florecido en una fe rica en tradiciones y expresiones de piedad popular.
El reconocimiento de su importancia alcanzó un momento culminante cuando, en 1985, el San Juan Pablo II, durante su visita pastoral a nuestro país, coronó canónicamente la imagen, confirmando así la profunda devoción que el pueblo peruano ha profesado siempre a la Madre de Dios bajo esta advocación.
Tres años más tarde, el 14 de mayo de 1988, en el marco del Congreso Eucarístico y Mariano de los países Bolivarianos, recibió una rosa de oro de manos del Santo Padre, una antigua tradición en la que los Pontífices entregaban estas rosas a las reinas.
No fue sino hasta el 6 de octubre de 1990, cuando San Juan Pablo II la proclama Patrona de la Arquidiócesis de Lima. Desde entonces su fiesta se celebra el 14 de mayo como Solemnidad en la Arquidiócesis de Lima.
María, Madre y Maestra de la evangelización
¿Por qué es tan significativo que veneremos a María como Nuestra Señora de la Evangelización? Porque Ella fue la primera evangelizadora, la que llevó en su seno al Verbo encarnado y lo dio a luz para la salvación del mundo. Como nos recuerda el Papa Pablo VI en la exhortación apostólica «Evangelii Nuntiandi», María es la «Estrella de la Evangelización», aquella que ilumina el camino de quienes anuncian el Evangelio.
La imagen de Nuestra Señora, con el Niño Jesús en brazos, nos recuerda esta verdad fundamental: toda evangelización auténtica tiene como centro a Cristo, y María siempre nos señala el camino hacia Él. Como en las bodas de Caná, Ella nos dice hoy: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5).
Una invitación a la confianza filial
Acerquémonos con confianza filial a Nuestra Señora de la Evangelización. Ella, que ha acompañado la historia religiosa de nuestro Perú desde sus inicios, continúa hoy extendiendo su manto protector sobre todos nosotros.
En los momentos de dificultad, cuando las sombras de la duda o el desaliento amenacen nuestra fe, recordemos que tenemos una Madre atenta y solícita que intercede por nosotros ante su Hijo. En palabras de San Bernardo: «Jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección haya sido abandonado por ti».
Nuestra Señora de la Evangelización nos enseña también el valor de la constancia y la fidelidad. Al igual que Ella ha permanecido en nuestra Catedral durante casi cinco siglos, así también nosotros estamos llamados a perseverar en la fe y en el amor, a ser testigos del Evangelio en nuestro tiempo y circunstancias.
Una invitación a la misión
Al contemplar a Nuestra Señora de la Evangelización, recibimos también una invitación a renovar nuestro compromiso misionero. Si María trajo a Cristo al mundo, nosotros, sus hijos, estamos llamados a llevar a Cristo a nuestros hogares, comunidades y ambientes de trabajo.
Que la devoción a Nuestra Señora de la Evangelización no se quede en sentimientos pasajeros, sino que se traduzca en un auténtico espíritu evangelizador, en un deseo ardiente de compartir con otros la alegría del Evangelio.
Visitémosla en su capilla, en la Catedral de Lima, llevémosle nuestras preocupaciones y alegrías, nuestros proyectos y esperanzas. Pero sobre todo, dejémonos guiar por Ella hacia su Hijo Jesucristo, fuente de toda gracia y salvación.
Que Nuestra Señora de la Evangelización, Madre y Protectora del Perú, bendiga a todas nuestras familias y nos conceda ser, como Ella, portadores de la Buena Nueva en nuestro tiempo.
«Santa María, Madre de Dios, Nuestra Señora de la Evangelización, ruega por nosotros.»