Amar como Jesús nos amó: Un llamado para nuestro tiempo

En el ajetreo diario de nuestras vidas, a veces olvidamos la esencia de lo que significa ser cristiano. Jesús nos dejó un mandamiento sencillo pero profundo: «Ámense unos a otros como yo los he amado».

¿Qué significa esto en nuestra vida cotidiana?

En la familia

Cuando tu hijo adolescente llega tarde y, en vez de gritar, respiras hondo y escuchas sus razones… estás amando como Jesús.

Cuando tu pareja comete un error, se arrepiente sinceramente y eliges perdonar en lugar de guardar rencor… estás siguiendo el mandamiento nuevo.

En el trabajo

Al defender a un compañero que otros critican a sus espaldas… estás viviendo el amor cristiano.

Cuando compartes tu experiencia con un nuevo empleado, dedicándole tiempo aunque estés ocupado… estás reflejando el amor de Cristo.

Con los vecinos

Al ofrecer ayuda a esa señora mayor que vive sola, llevándole las compras o simplemente preguntándole cómo está… estás amando como Jesús nos enseñó.

Cuando decides no participar en chismes del barrio y en cambio hablas bien de los demás… estás siendo discípulo de Cristo.

En los momentos difíciles

El amor de Jesús brilló más en su sacrificio. Cuando renuncias a tu comodidad por el bien de otros—como esas noches en vela cuidando a un familiar enfermo—estás amando verdaderamente.

Amar como Jesús no es sentimental ni fácil. Es un amor activo que se demuestra en decisiones concretas, a veces costosas, como cuando perdonas a quien te ha herido profundamente.

Jesús nos dejó una huella clara: amar como Él nos amó. No es solo un consejo bonito, es un mandamiento nuevo. Un amor que se nota en lo sencillo.

Este mandamiento de Jesús nos identifica como seguidores de Cristo. No nos distingue la ropa que usamos ni las palabras que decimos, sino cómo tratamos a los demás, especialmente cuando nadie nos ve o cuando no hay recompensa.

Amar como Jesús es escuchar sin juzgar, acompañar sin esperar nada a cambio, ayudar sin que te lo pidan. Es tender la mano aunque tengas mil cosas pendientes. Es compartir el pan, el tiempo, el corazón.

En tu casa, en la oficina, en la fila del supermercado, ese amor puede cambiar el mundo, porque no nace de ti, sino de Dios. Jesús lo vivió primero: entregó su vida, sanó heridas, perdonó hasta en la cruz. Ese es el modelo.

Hoy, en un mundo dividido, este llamado es más urgente que nunca. Amar como Jesús transforma nuestra familia, nuestro trabajo y nuestra comunidad.

Cuando amamos así, otros lo notan. Y como dice el Evangelio, ahí sabrán que somos sus discípulos.

¿Estás dispuesto a aceptar este desafío?

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