Cada 3 de diciembre, la Iglesia recuerda a San Francisco Javier, un jesuita español del siglo XVI conocido por su incansable trabajo misionero, que lo convirtió en el Patrono de las Misiones. Aquí reflexionamos sobre su vida y lo que podemos aprender de él.
Amistad verdadera
Es de suponer que una gran influencia en la vocación religiosa de Francisco Jasso Azpilicueta haya sido la amistad que tuvo con Pedro Fabro y posteriormente Íñigo (Ignacio) de Loyola, que inició durante sus estudios de filosofía en París. Este último los dirigiría a realizar los ejercicios espirituales. Los tres estaban siempre juntos, apoyándose en los momentos más difíciles. Posteriormente, Ignacio de Loyola, Francisco Xavier y otros cinco amigos construirían juntos lo que hoy conocemos como la Compañía de Jesús.
¿Somos buenos amigos? ¿Apoyamos a nuestras amistades en sus momentos difíciles, aún cuando nos implica sacrificio y paciencia? ¿Tratamos de acercarlas a Dios con nuestras oraciones, testimonio y buenas acciones?
Obediencia a Dios y a la autoridad
Francisco Javier e Ignacio de Loyola, tras tomar votos de castidad y caridad, deciden peregrinar a Tierra Santa. Para ello, viajan primero a Roma para pedir la bendición del Papa. En Venecia, donde abordarían el barco que los llevaría a Jerusalén, Francisco Javier es ordenado sacerdote, y mientras espera la oportunidad de viajar, se dedica junto con sus compañeros a predicar. En vista de que el viaje sería imposible a causa de la guerra entre Venecia y Turquía, retorna a Roma y se pone a disposición del Sumo Pontífice, para ser enviado donde sea necesario.
Cuando hacemos planes y proyectos, ¿pedimos la bendición de Dios? ¿Nos preguntamos qué es lo que Dios quiere, o únicamente deseamos hacer nuestra voluntad? ¿Estamos abiertos a que Dios nos revele sendas distintas a las que nos habíamos trazado?
Los caminos de la Providencia
El embajador portugués solicita a Ignacio de Loyola algunos de sus religiosos, por lo que Francisco Xavier viaja a Portugal. Desde allí partirá a Mozambique, y después a Goa (India). En estos lugares busca no sólo predicar, sino también asistir a los pobres, enfermos, presos y oprimidos. En Goa, para poder acercarse de mejor manera a los lugareños, se dedica a aprender el idioma del lugar. Recorre las costas del sur de la India predicando y evangelizando, a pesar de que en ocasiones encuentra rechazo, oposición y resistencia por parte de los brahmanes; sin embargo, esto no disminuye su pasión y anhelo por predicar y anunciar a Dios.
Al momento de ayudar, ¿buscamos comprender bien la situación, la realidad, la forma de pensar de quienes nos rodean? ¿Les hablamos de Dios con alegría y entusiasmo, sin vergüenza o temor al qué dirán, a la indiferencia y el rechazo?
Misionero por siempre
En Goa y la costa sur de India, Francisco Javier sirvió a Dios arduamente. En estos territorios, el Jesuita contaba con la protección de la Marina portuguesa. Sin embargo, sintió en su corazón el anhelo de ir más allá, por lo que decidió aventurarse en territorios más distantes, a pesar de que ello le significaba un mayor riesgo. Sus siguientes destinos fueron Malasia, Indonesia, donde sirvió por 18 meses, y posteriormente uno de los países donde más arduamente trabajaría por el Reino de Dios: Japón, un país que apenas se había abierto a Occidente. Estuvo allí dos años y tres meses, predicando con insistencia a pesar de la fuerte resistencia que encuentra en el país del sol naciente. Su siguiente y último objetivo fue China, donde muere el 3 de diciembre de 1552. En 1662 es canonizado y, en 1904, es declarado el Patrono universal de las misiones.
¿Somos capaces de ir más allá, o nos hemos quedado tranquilos en nuestras comodidades? ¿Estamos dispuestos a esforzarnos por anunciar el Reino de Dios y proclamar la salvación, aunque ello suponga enfrentarse al poder, a la moda y al bienestar material?
Ruega por nosotros
San Francisco Javier llegó a los confines del mundo llevando la Buena Nueva de Dios. Hoy en día muchos misioneros viajan a lugares recónditos para seguir predicando. Tal vez a nosotros Dios no nos pida hacer viajes similares a los del santo jesuita, pero es más que seguro que cerca nuestro, donde estemos, alguien necesite escuchar un mensaje de esperanza, misericordia, perdón y redención; ¡seamos como san Francisco Javier y llevemos a estos corazones la salvación que Jesús nos trae!