«Martín, con el ejemplo de su vida, nos demuestra que es posible conseguir la salvación y la santidad por el camino que Cristo enseña: si ante todo amamos a Dios de todo corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente; y, en segundo lugar, si amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos.»
San Juan XXIII, Homilía de Canonización de San Martín de Porres
San Martín de Porres, el “Santo de la escoba”, el santo de la humildad, es uno de los más recordados y venerados santos peruanos, junto a Santa Rosa. Su devoción se ha extendido a muchas partes del mundo. Y no es por poco, su humildad le ganó la gracia de Dios, por medio de la que operaba muchos milagros aún en vida.
Caridad
Desde muy joven, y gracias a la formación recibida por su madre, Martín desarrolló una piedad muy grande y un deseo de agradar a Dios. Se cuenta que, cuando su madre lo enviaba a comprar víveres para el hogar, el pequeño Martín, con mucha frecuencia, terminaba compartiendo, por no decir obsequiando, sus provisiones con los más pobres.
Su madre, que ya lo conocía, no podía enojarse ante este signo de santidad en su hijo. Aunque es más que seguro que en casa se habrá oído más de una vez un ¡Ay, Martín, otra vez!. Y es que desde niño entendió perfectamente cómo ejercer la caridad, aún a costa de su propia necesidad.
Humildad
En muchas ocasiones se juzgaba inferior a los demás, no por su color, sino porque consideraba a los demás mejores que él. Disculpaba las faltas y las ofensas, considerando que era merecedor de cuanta pena y suplicio tuviese que pasar.
En cierta ocasión, cuando el convento atravesaba una situación económica difícil, él mismo, por propia iniciativa, fue a venderse al mercado de esclavos, para colaborar de alguna manera a que sus hermanos no pasaran necesidades. Sus hermanos tuvieron que ir a rescatarlo para que no se consume su hazaña.
Servicio
Ya siendo religioso, se dedicaba a las tareas más humildes con un amor tal que, cualquiera pensaría que estaba desempeñando el oficio más alto dentro del convento.
Su sensibilidad hacia las necesidades de los demás lo llevó a atender a los pobres que tocaban la puerta en busca de alimentos. Con frecuencia pasaba un buen rato con ellos atendiéndolos e instruyéndolos en la fe. Además de hambrientos llegaban también muchos enfermos. Esto lo llevó a emprender otro servicio.
Sin el conocimiento de sus superiores, al principio, recibía y atendía enfermos en su propia celda, dejándoles su cama y durmiendo él en el suelo. Cuando los superiores se enteraron, le permitieron atenderlos en otro lugar del convento.
Son muchas las cualidades y virtudes de este humilde santo. Dios escogió a un hombre que, por su color, era menospreciado y hasta despreciado en ese tiempo, para manifestar su amor a su pueblo. ¿Te has preguntado cuánto podría hacer Dios a través de ti? ¿Estás dispuesto a vivir las virtudes cristianas a ejemplo de San Martín de Porres?
Oremos
En esta necesidad y pena que me agobia acudo a ti, mi protector San Martín de Porres.
Quiero sentir tu poderosa intercesión. Tú, que viviste sólo para Dios y para tus hermanos, que tan solícito fuiste en socorrer a los necesitados, escucha a quienes admiramos tus virtudes.
Confío en tu poderoso valimiento para que, intercediendo ante el Dios de bondad, me sean perdonados mis pecados y me vea libre de males y desgracias.
Alcánzame tu espíritu de caridad y servicio para que amorosamente te sirva entregado a mis hermanos y a hacer el bien.
Padre celestial, por los méritos de tu fiel siervo San Martín, ayúdame en mis problemas y no permitas que quede confundida mi esperanza.
Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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